... Pero quizás la imagen que tengamos más presente de la piratería es la de feroces hombres barbudos, tuertos o con “pata de palo” que, por necesidad o por algún lance desafortunado en su vida, se dedican al asalto de barcos por la zona del Caribe en busca de riquezas (oro, joyas,…), las cuales son enterradas en algún pequeño islote de la zona para ser utilizadas con posterioridad. La codicia y la ambición mueven a estos hombres de fidelidad incierta en su vida cotidiana.
Sevilla en el s. XVI
Pero, ¿por qué siempre parece que sus correrías se producen exclusivamente por la zona caribeña? Muy fácil. Como hemos comentado antes, el descubrimiento de América y la posterior conquista y colonización del continente abre a Europa una nueva vía de acceso a fuentes aparentemente ilimitadas de metales preciosos (oro y plata), así como a productos tropicales que rápidamente encuentran un amplio mercado en el Viejo Continente, caso del tabaco o el cacao, que se convierten en producto de lujo al alcance de muy pocos. El hecho de que estas riquezas estén en principio monopolizadas por los españoles mueve a la codicia de sus enemigos, especialmente franceses y británicos que, como he comentado antes, dan carta blanca a piratas asalariados para que hagan el mayor daño posible al comercio marítimo español. La ruta principal partía del puerto de Sevilla, donde desde la Casa de Contratación se controlaba toda actividad comercial con el Nuevo Mundo desde su fundación en 1503, y marchaba hasta la isla de La Española o Cuba, desde donde recalaban finalmente en el continente. Como la ruta pasaba por numerosas islas e islotes donde los piratas podían fácilmente esconderse, ambos factores generaron la proliferación de actividades de piratería hasta el s. XVIII. Barbados, Jamaica o la Isla de la Tortuga (frente a las costas de Haití) se convirtieron en puertos principales de piratería durante muchos años. Frente a esta actividad, los españoles tuvieron que recurrir al sistema de las flotas, por las cuales los barcos cargados de mercancías navegaban junto a galeones y otras naves fuertemente armadas para evitar el asalto pirata. El sistema fue bastante efectivo, reduciendo enormemente las pérdidas en barcos y material (el sistema, con muchas variantes y salvando las distancias, sería utilizados posteriormente durante la II Guerra Mundial por los Aliados para hacer frente a los ataques de los U-boote alemanes en la llamada batalla del Atlántico).
Doblones españoles
La piratería marítima se mantuvo durante mucho tiempo, pero lo cierto es que a partir de finales del s. XVII y principios del s. XVIII, la efectividad del sistema de las flotas, el reforzamiento de las defensas costeras de muchos puertos coloniales americanos, y la aparición de armadas nacionales (ya no es tan necesario recurrir a los corsarios) y los primeros escarceos coloniales en África, hace que el área caribeña sea bastante abandonada por los piratas, que prefieren buscar nuevas oportunidades de negocio en las costas asiáticas, africanas y del Índico. Con todo, las actividades en las costas centro y norteamericanas se mantendrán con una cierta importancia durante todo el s. XIX.
Los nuevos piratas del Índico
Mucho se ha escrito sobre la piratería y los piratas. Lo cierto es que gran parte de sus peculiaridades son más obra de la imaginación de los escritores y de los cineastas que basados en la realidad. Lo que sí es cierto es que de ser personajes con un cierto aire romántico y que, en algunos casos, podrían generarnos hasta simpatía por sus aventuras y correrías, en la actualidad se han convertido en auténticos terroristas que se dedican al asalto de embarcaciones con el fin de conseguir rescates multimillonarios de los rehenes apresados o de las materias primas incautadas. El fin no deja de ser el mismo. La avaricia, la codicia, el poder, los abusos,…, se mantienen como elementos fundamentales de su actividad. Hoy día aparecen como figuras anacrónicas que no deben de existir en un mundo desarrollado y civilizado. Eso es cierto, pero no lo es menos que sus actividades se circunscriben a zonas muy concretas que concuerdan con regiones especialmente deprimidas y subdesarrolladas donde la miseria empuja a mucho de ellos a estas actividades. Quizás si nos preocupáramos por el desarrollo de esas zonas, si tuviéramos un mundo más justo donde la riqueza estuviese mejor repartida y todos tuvieran acceso a los más básicos de los recursos para sobrevivir, quizás, y sólo quizás, estas personas no se verían abocadas a estas actividades. Es cierto que hay muchos intereses detrás, que hay muchos “señores de la guerra” interesados en mantener este estado de cosas, que muchos de estos piratas contemporáneos ejercen esta labor obligados por estas personas. Pero quizás, y sólo quizás, nuestra ayuda supondría un primer paso para terminar con esta lacra que amenaza, de nuevo, a nuestros mares y océanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tu aportación