lunes, 21 de marzo de 2011

¡CAMARERO, CERVEZA PARA TODOS!

Hola a todos

Babilonios bebiendo cerveza
En este país nuestro es común que, alrededor de una cerveza bien fresquita, discutamos sobre la vida y la muerte, y sobre todo de lo que hay entre ambas situaciones: deportes, el tiempo, cómo te va el trabajo, hay que ver lo cansinos que son los niños,…, y por supuesto de política. Esto que resulta tan cotidiano se viene haciendo, salvando las distancias históricas, desde que a mediados del IV milenio a.C. los elamitas (del territorio de Elam, en la actual Irán) decidieron fermentar cebada ( o más bien pan de cebada) con agua (o eso al menos son los datos más antiguos que se conocen de dicha bebida refrescante que por aquellos tiempos era bastante más densa y nutritiva que la actual).

Pero no vamos a tratar de la cerveza en esta entrada, sino del llamado “Putsch de la Cervecería”, “Putsch de Múnich” o “Hitlerputsch”, acontecimiento que, aunque no tuvo por aquel entonces ninguna trascendencia histórica a destacar, nos va a servir para conocer un poco más el inestable ambiente político y social que vivió Alemania tras el final de la Gran Guerra y, sobre todo, los inicios políticos de uno de los personajes más denostados de la Historia más reciente, el austriaco Adolf Hitler.


Firma del Tratado de Versalles
La recién estrenada República Alemana (posteriormente conocida por la historiografía como República de Weimar por ser ésta la localidad de Turingia donde se aprobó la nueva Constitución el 31 de julio de 1931), surgida de las cenizas del II Reich alemán tras la abdicación del káiser Guillermo II el 8 de noviembre de 1918, aparece como un Estado débil en el que pocos creen y que tiene que hacer frente no solo a unos enemigos exteriores que se preparan para acusarla de ser la única autora de la guerra y hacerla pagar por tal motivo (en los más de 440 artículos que componen el Tratado de Versalles, firmado el 28 de junio de 1919, quedan bien claras todas estas circunstancias), sino sobre todo a la oposición frontal tanto de la extrema izquierda como de la derecha alemana, cada una de las cuales con una idea bien distinta del futuro que quieren para su país.

Los freikorps en acción
En efecto, los grupos revolucionarios de ideología bolchevique, encabezados por la Liga Espartaquista (posterior Partido Comunista Alemán a partir del 30 de diciembre de 1918), desean crear una república de corte soviético que ponga en marcha la tan ansiada revolución obrera en el país. Sin embargo, su intentona (“revolución espartaquista” durante la primera quincena de 1919) termina en fracaso cuando el gobierno socialdemócrata lance a los freikorps (grupos paramilitares ultranacionalistas formados por antiguos combatientes) a una cruel represión que terminará con el asesinato de los principales líderes revolucionarios (Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg). La posterior intentona en Baviera de crear una República Consejista de inspiración anarquista (abril-mayo de 1919) sería la última oportunidad de la izquierda revolucionaria por hacer caer al país en la bolchevización.

Es la derecha del país, la más nacionalista y ultraconservadora, la que más va a intentar en los primeros años de vida de la República acabar con ésta para establecer un gobierno de corte dictatorial que devuelva el orgullo y la dignidad a la nación alemana, perdido, según ellos, tras la “puñalada por la espalda” que supuso la firma de las condiciones impuestas en Versalles. La primera intentona se producirá el 13 de marzo de 1920 y es el conocido como “putsch de Kapp”. Ese día el general von Lüttwitz y el alto funcionario Wolfgang Kapp, aprovechando el profundo descontento que reinaba en el nuevo Ejército alemán salido de las condiciones de Versalles (el Reichswehr), ocupan los principales centros de poder en Berlín, consiguen hacer huir al gobierno y ocupar la cancillería. Sin embargo el éxito es efímero pues los grupos obreros y ciudadanos consiguen convocar una exitosa huelga general en Berlín que consigue paralizar por completo la capital, forzando la caída del gobierno de Kapp. A pesar de las circunstancias, no se puede considerar un completo fracaso a este golpe de Estado, pues el gobierno de Weimar aceptará aplicar la mayoría de las condiciones exigidas por los militares.


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En aquellos años es la región de Baviera una de las más politizadas del país y en la que más grupúsculos ultranacionalistas están surgiendo al amparo de un gobierno regionalista claramente antirrepublicano y anticomunista. Es allí donde inicia su carrera política Adolf Hitler, un cabo que tras finalizar la guerra, y teniendo en cuenta sus capacidades como orador, le es encomendada la tarea de “reeducar” a las tropas que están muy cercanas a caer en las manos de bolchevismo. En esa tarea entra en contacto con el recién creado Partido Obrero Alemán (DAP), partido ultranacionalista al que se afilia en octubre de 1919. Su innata capacidad como orador y organizador le lleva a escalar rápidamente en el partido hasta hacerse con su jefatura en julio de 1921.

Hitler en la Bürgerbräukellerrr
El punto clave nos lleva al 11 de enero de 1923, cuando las tropas francesas deciden unilateralmente cruzar la frontera común y ocupar la Región del Ruhr, con cuyas riquezas mineras pretenden cobrarse los pagos adeudados por el gobierno alemán según lo firmado en los tratados de paz. La ocupación fue inmediatamente condenada por el resto de países de la comunidad internacional, y por supuesto por los grupos ultranacionalistas alemanes, que protestaron ante el gobierno de la República por su pasividad frente a dicha invasión. La tibia respuesta del gobierno exacerbó los ánimos de estos grupos, que prontamente empezaron a conspirar para intentar derribar al gobierno.

Uno de esos grupos es el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), nuevo nombre adoptado por el DAP en 1920. Hitler lanza sus proclamas incendiarias contra el gobierno en las cervecerías muniquesas, lugares donde se solían celebrar las reuniones políticas del momento. A lo largo de todo el año 1923 Hitler se pone en contacto con las distintas fuerzas y grupos conservadores de la región, incluidos los jefes de policía y de la Reichswehr, así como con líderes históricos del conservadurismo como el general Ludendorff, el antiguo dirigente durante la guerra. Las circunstancias del país se ponen del lado de Hitler. La crisis política y económica aumenta durante el verano y el otoño, con unas tasas de desempleo y una hiperinflación galopante que asfixia cualquier intento de recuperación del país. El peligro de golpe de Estado liderado por Hitler es permanente, y ello es conocido por las autoridades muniquesas, que prohíben cualquier acto público del partido y de su líder.

Cartel propagandístico de las SA
Sin embargo, y teniendo como referente el éxito de la “Marcha sobre Roma” de Mussolini (octubre de 1922), Hitler decide actuar para establecer un gobierno en Baviera y avanzar posteriormente hasta Berlín y derribar la República. En la tarde del 8 de noviembre de 1923, aprovechando que el gobernador de Baviera, Gustav von Kahr, estaba pronunciando un discurso en la cervecería Bürgerbräukeller, los guardias de asalto de Hitler (miembros de las SA), armados incluso con una ametralladora pesada, interrumpen el discurso. Es el propio Hitler quien, disparando su propia pistola, proclama a los allí presentes que había estallado la revolución nacional, que el gobierno bávaro quedaba depuesto, y que se formaba un gobierno provisional del Reich dirigido por él mismo y con Ludendorff como jefe del Ejercito. Pero la urgencia y la descoordinación con la que se planeó el golpe eran evidentes, por lo que los acontecimientos de esa noche acabarían por dar al traste con la asonada. La central telefónica no había sido ocupada por las milicias de Röhm (jefe de las SA), por lo que el jefe del Reichswehr en la región, Lossow, pudo pedir rápidamente la llegada a la ciudad de tropas leales procedentes de las localidades cercanas; lo mismo sucedió con la policía. La solución de los desorientados golpistas fue la de, a la mañana siguiente, celebrar una gran manifestación que avivase el entusiasmo popular por el golpe, y de paso conseguir que el Ejército, ante la perspectiva de tener que disparar contra el héroe de guerra Ludendorff, cambiase de actitud. Una vez conseguido esto, el camino para una marcha triunfal sobre Berlín estaría abierto. Pero todo era una ilusión. El fervor popular que se había observado en la Bürgerbräukeller y en la Löwenbräukeller (otra cervecería cercana) la noche antes se había disipado por la mañana. Cuando los sublevados avanzaron hacia el lugar de concentración, al final de la Residenzstrasse, la policía concentrada allí comenzó a disparar contra los golpistas, iniciándose un breve tiroteo que terminó con catorce golpistas y cuatro policías muertos. Hitler, herido (pudo haber muerto pues su compañero en la fila si cayó cadáver por un disparo certero, ¡Cómo podía haber cambiado la Historia si el disparo se hubiese desviado unos centímetros más!), fue rápidamente detenido, así como otros líderes como Röhm o el propio Ludendorff; otros muchos consiguieron escapar cruzando la frontera con Austria.

Y así termina esta primera gran actuación política de Hitler. Si se hubieran cumplido los pronósticos, su estrella política tenía que haberse apagado definitivamente con este acontecimiento. Pero la República de Weimar era un gobierno débil. La farsa de juicio llevó a Hitler a pasar un breve periodo de tiempo en la cárcel de Landsberg, donde tuvo el suficiente tiempo libre para comenzar a redactar su libro-ideario, el Mein Kampf ("Mi Lucha"). La recuperación económica del país y la reconciliación con Francia (“Espíritu de Locarno” a partir de 1925) deberían haber terminado definitivamente con cualquier ilusión de alcanzar alguna vez el poder para los nazis. Ya sabemos cómo transcurrió la Historia y hasta dónde llevó al mundo la locura de este personaje. Lo que sí hizo el régimen nazi una vez ostentó el poder fue el convertir el aniversario de este acontecimiento en recordatorio de la lucha del partido por alcanzar el poder, siendo el propio Hitler el protagonista con un discurso anual en la cervecería en el que recordaba a los primeros caídos del nazismo (evidentemente los hechos eran contados de una manera distorsionada ensalzando el acontecimiento). Incluso en noviembre de 1939 fue objeto de un atentando fallido en ese mismo lugar, uno de los mucho a los que sobrevivió Hitler.


La Historia pudo cambiar con lo sucedido en esa cervecería muniquesa. ¿Acaso no eso, cambiar el mundo, lo que intentamos hacer muchas veces alrededor de una cervecita bien fría? Bebed con moderación que después las consecuencias son fatales, como la Historia bien recoge en sus extensas páginas.

P.D.: El archivo sonoro es del canal Memoria Histérica. Al principio parece que no tiene mucho que ver con el asunto es cuestión, pero solo es apariencia. En cuanto a la presentación, tened en cuenta que ¡hay que fomentar el bilingüismo!


sábado, 12 de marzo de 2011

VOCES DE LA HISTORIA

Hola a todos

Si hay algún acontecimiento de nuestra historia más reciente que sea recordado continuamente, y siempre con una gran carga polémica, es nuestra Guerra Civil (1936-39). La contienda, que dividió a España en dos durante tres largos años y cuyas consecuencias, aún hoy día, siguen estando palpables en muchas conciencias de nuestra sociedad, ha sido estudiada hasta la saciedad tanto por autores españoles como extranjeros, y siempre, según mi opinión, con una marcada influencia de la ideología política del autor. Las víctimas, tanto las pasadas como las presentes, de uno u otro bando, son las que importan, y esas ya no están aquí para contarnos su verdad.


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No es intención de este artículo resumir la Guerra Civil, ni hablar de sus motivos o consecuencias. No. Voy a referirme a Belchite, una pequeña localidad aragonesa próxima a Zaragoza donde, durante apenas una quincena de calurosos días del verano de 1937, las tropas nacionales y republicanas tuvieron un feroz choque. El ejército republicano se lanzó a la ofensiva en este sector con un objetivo doble:

  • Lanzar una ofensiva de distracción: tras la caída del País Vasco en junio, las fuerzas franquistas estaban a punto de lanzar su último esfuerzo por cerrar el Frente Norte ocupando Asturias y Cantabria.
  • Eliminar la influencia anarquista en la zona: en efecto, desde septiembre de 1936 son los anarquistas quienes controlan efectivamente el territorio aragonés tras la creación del llamado Consejo Regional de Defensa de Aragón, dirigido por Joaquín Ascaso. Este gobierno libertario estaba proporcionando numerosos problemas no solo al Gobierno republicano sino también al catalán. Tras los sucesos de mayo en Barcelona, cuando la influencia anarquista fue eliminada de la ciudad, los comunistas presionaron para que el anarquismo fuera eliminado como fuerza de peso dentro de la República. Así, se decidió aprovechar esta ofensiva para aumentar el número de efectivos republicanos en la zona y eliminar las comunas anarquistas del territorio aragonés.

Ruinas de Bechite
Por su parte, el ejército “nacional” vuelve a aceptar el envite que le hace la República con la consigna de no ceder ni un ápice de territorio a los “rojos”, aunque esta vez sin distraer recursos humanos o materiales, tal como había ocurrido en julio cuando el ejército republicano se lanzó sobre la localidad madrileña de Brunete, una cruenta batalla que solo supuso nueva “sangría” de efectivos sin resultados significativos para ambos bandos.

Sería farragoso detenerse en los aspectos técnicos de la batalla de Belchite, las fuerzas enfrentadas, las tácticas,… Solo decir que, como ocurrió durante toda la contienda, los soldados de ambos bandos, aquellos que compartían una misma tierra, una misma tradición, un mismo pasado, pero una ideología distinta que les separaba sin solución, volvieron a luchar hasta la muerte con valentía y espíritu de sacrificio sin igual.


Es de este dolor, del miedo, del sufrimiento, de la valentía, de lo que vamos a hablar. De todo eso que sintieron los combatientes de ambos bandos, porque todo eso es común a cualquier persona sea cual sea su ideología, raza o religión, porque es consustancial al ser humano, porque es lo natural en esas circunstancias, porque es lo que te puede hacer sobrevivir en una guerra…, o hacerte morir como un héroe (aunque no sé muy bien qué significa eso de “morir como un héroe”; simplemente se muere, y punto. El recuerdo de tus seres queridos es quien te convierte en héroe o quien te manda al ostracismo de los olvidados, que es quizás ir un paso más allá de la simple muerte).

Ruinas de Belchite
Para algunos, todos esos sentimientos se quedaron grabados en las piedras del viejo pueblo de Belchite, ese viejo lugar que el vencedor, Franco, prefirió dejar abandonado y en ruinas para que quedara como recuerdo del conflicto, de los soldados que murieron allí (de su ejército, evidentemente), y de la “barbarie” de los perdedores (el pueblo nuevo de Belchite se construyó a escasos kilómetros del antiguo y fue inaugurado en 1954 por el propio Franco). Cuentan muchos que han pernoctado entre sus ruinas (no me preguntéis por qué) que en el silencio de la noche se pueden escuchar lamentos, ruidos de cañonazos, advertencias, gritos, scombates,… Sonidos imperceptibles que investigadores provistos de grabadoras y tecnología adecuada han conseguido recoger en edificios emblemáticos de la localidad como el Ayuntamiento o la torre de la iglesia, y que han convertido al Pueblo Viejo de Belchite en lugar de peregrinación de curiosos y aficionados a la psicología y, por qué no, a las “emociones fuertes”.


Ruinas de Belchite
Creo que esto es pura anécdota. La mente humana es muy compleja y la sugestión hace mucho. Las psicofonías están ahí, eso es indudable. Yo, desde luego, no tengo intención alguna de comprobar su veracidad, pero quería aprovechar esta “leyenda urbana” para recordar un episodio algo más desconocido que otros de nuestra Guerra Civil, y sobre todo para que no dejemos de recordar que no hace mucho, en este país en el que vivimos, nos enfrentamos entre sí porque no supimos encontrar una fórmula de convivencia adecuada para todos, porque no supimos dialogar, porque no supimos escuchar, porque no supimos respetarnos, porque, al fin y al cabo, no supimos ni quisimos vivir en democracia, en paz y libertad. Inculquemos estos valores a nuestros alumnos: quizás no aprendan Historia, pero al menos aprenderán a ser personas, que a la postre debe de ser nuestro objetivo como educadores.

jueves, 3 de marzo de 2011

LA "SOLUCIÓN FINAL"  (4ª parte)


Bote de Zyklon
…Es precisamente la invasión de territorio soviético lo que pone en marcha los preparativos para la búsqueda de una solución definitiva a la cuestión judía. La rápida ofensiva alemana le permite ocupar amplias extensiones de territorio que introduce en el Reich a un número cada vez mayor de judíos, gitanos y eslavos. Son los Einsatzgruppen (“grupos de acción” formados por comandos de las SS o de la SD), que acompañan a las tropas regulares que avanzan por el territorio, quienes se encargan de la “limpieza” de los principales núcleos de población judía que van encontrando en los territorios bálticos, bielorrusos y ucranianos, muchas de las veces ayudados por la propia población local, que mantiene un tradicional odio hacia la población hebrea. Las matanzas son numerosas, pero los métodos (fusilamientos masivos, disparos en la nuca, apaleamientos,…) son considerados demasiado lentos y “sucios” (demasiadas pruebas evidentes de las matanzas, creación de fosas,…), además de que están provocando enormes problemas personales entre los “verdugos”, la mayoría de los cuales caen en el alcoholismo e incluso en graves desequilibrios mentales. Hay que acelerar las ejecuciones, y para ello los dirigentes de las SS buscan soluciones. Una primera será la aplicación del monóxido de carbono en furgonetas preparadas para canalizar los gases del tubo de escape, pero el medio también era lento y no masivo. La solución final se va a encontrar con la aplicación masiva del gas Zyklon B, un insecticida a base de cianuro que ya había sido probado con éxito contra prisioneros de guerra rusos en el campo de concentración de Auschwitz. A partir de aquí el problema parece solucionado: construir campos de exterminio y aplicar el gas para eliminar a esta población sobrante antes del final de la guerra, que los nazis veían inminente.

Hermann Goering
Pero es el propio Hitler quien solicita que los métodos aplicados sean detallados y precisos, que todos los implicados en el proceso sigan un protocolo exacto sobre la finalidad a conseguir. Así, en julio de 1941 el Reichsmarschall Hermann Goering (mariscal del Reich, número dos del país y hombre de confianza de Hitler) envía una orden al por entonces jefe de la Policía de Seguridad del Reich, Reinhard Heydrich, para que ponga en marcha un plan que permita resolver la cuestión judía “de la manera más conveniente posible”, autorizándole a poner en marcha los mecanismos que considere necesarios para la eliminación de todos los judíos de Europa y dejando bien claro que todas las Administraciones del Estado deben estar involucradas en esta tarea.

Una vez elaborado el plan, lo que quedaba a Heydrich era hacer partícipe al resto de implicados cuáles iban a ser las líneas maestras del proyecto, dejando bien claro qué tipo de colaboración deberían prestar cada uno de los cuerpos del Estado. Para ello, el 20 de enero de 1942 se celebró la llamada Conferencia de Wannsee en dicha localidad próxima a Berlín. En el Protocolo final de la Conferencia, encontrado intacto en 1947 por los Aliados y utilizado en los Juicios de Núremberg contra los dirigentes nazis, se establece a través de distintos puntos los siguientes elementos:

  • Relación de participantes en la reunión: en la lista queda claro la participación de todos los elementos de la Administración nazi, desde miembros del partido hasta representantes de los ministerios de economía o justicia, por ejemplo.
  • Datos históricos sobre la emigración de judíos: Heydrich se declara como representante plenipotenciario para poner en marcha el proceso de solución de la “cuestión judía”. Además destaca las cifras de desplazamientos de judíos alemanes desde enero de 1933 en adelante, estableciendo la necesidad de aumentar  y canalizar esa emigración de la mejor forma posible.
  • Desglose de población judía en otros países: se dan cantidades sobre la población judía presente en distintos países europeos (unos 11 millones). Se indica la necesidad de revisar de una manera concienzuda la población judía real de cada uno de los países ocupados, los cuales serán enviados posteriormente hacia el Este, bien a trabajos forzados, bien a otras actividades, y contando para ello con la colaboración de la policía local de cada localidad. Los ancianos se establecerían en un ghetto especial.
  • Las Leyes de Núremberg: se considera que estas leyes deben ser la base para la realización del proceso de “solución final”. Se discute el tratamiento dado a personas de sangre “mixta” o a cónyuges judíos de alemanes.En el Protocolo, redactado por el ayudante de Heydrich, Adolf Eichmann, no hay mención escrita literal sobre el asesinato en masa de los judíos deportados, pero queda más que claro que las decisiones tomadas en Wansee ponen en marcha definitivamente el Holocausto (la Shoah) en Europa.
Palacio de Wansee

Monumento conmemorativo de Treblinka
En efecto, Heydrich ponen en marcha la llamada Aktion Reinhard, o plan de exterminio masivo de judíos europeos, que durará hasta finales de 1942 sin que su creador pueda llegar a ver sus resultados, pues fue asesinado por partisanos checos en Praga en junio de 1942. Será el general de las SS, Odilo Globocnik, encargado de crear los campos de exterminio de Belzec, Treblinka, Majdanek, Chelmno y Sobibor, quien ejecute el plan previsto de acabar con los diferentes ghettos esparcidos por todo el Warthegau y el Gobierno General polaco utilizando de forma masiva las cámaras de gas. Los éxitos son evidentes, y para principios de 1943 la Aktion Reinhard queda suspendida, sin que ello signifique el final de los asesinatos y deportaciones masivas, que se concentran a partir de entonces a los campos de exterminio de Auschwitz-Birkenau y Majdanek, donde las cámaras de gas y los hornos crematorios no dejarán de funcionar hasta principios de 1945, cuando las tropas rusas liberen los distintos campos sacando a la luz pública la realidad del genocidio nazi sobre la población judía europea.

Las cifras totales sobre el número de personas asesinadas en los campos de concentración y exterminio nunca han llegado a ser exactas, por cuanto que hay que tener en cuenta también a los asesinados directamente en las poblaciones ocupadas o a las víctimas del programa de eugenesia sobre enfermos mentales o discapacitados. Durante los Juicios de Nuremberg se intentó, de manera infructuosa, esclarecer el número total de muertos. Se calculan en algo más de seis millones de judíos, a los que hay que sumar unos 800.000 gitanos, casi cuatro millones de prisioneros de guerra rusos, más individuos calificados de “asociales” como homosexuales o presos políticos. En total, entre 15 y 20 millones de seres humanos de distinta raza y condición.

Los juicios de Nuremberg

 ¿Qué más se puede decir? El sinsentido de la condición humana. Las más bajas pasiones puestas al servicio de un Estado sustentado en bases irracionales y dirigido por personajes de pasado cuanto menos dudoso con “carta blanca” para cometer todo tipo de asesinatos. El genocidio perpetrado por el Estado nazi quizás sea el más conocido de nuestra Historia más reciente, pero han existido muchos más: las “purgas” de Stalin en la Rusia soviética, el genocidio camboyano bajo el régimen de los Jemeres Rojos dirigidos por Pol Pot, las matanzas en la guerra de Yugoslavia,… El odio por motivos de raza o religión no dejan de ser un elemento fundamental en la mayoría de estos asesinatos premeditados. Es por eso por lo que debemos procurar que las generaciones futuras conozcan estos acontecimientos, que analicen sus causas y consecuencias, que sean plenamente conscientes de la capacidad de odio y destrucción que puede generar la raza humana. Esta labor debe ser un estímulo en nuestra actividad docente para la búsqueda de una sociedad más generosa, libre y tolerante, apartada de cualquier tipo de prejuicio, en un intento por crear un mundo lo más solidario y pacífico posible.