domingo, 27 de febrero de 2011

LA "SOLUCIÓN FINAL"  (3ª parte)
Hindenburg y Hitler

...Todo ello nos lleva hasta el 30 de enero de 1933, cuando Hitler es nombrado canciller de Alemania ante la caótica situación política del país, que fuerza al presidente de la República, el anciano mariscal Paul von Hindenburg, a llamar a formar gobierno a los nazis. La maquinaria del partido se pone en marcha para hacer la transición la dictadura nazi: el incendio provocado del Reichstag por los propios nazis le permite suspender las garantías constitucionales; por la Ley de Reorganización de la Burocracia son apartados de la Administración los judíos y no arios; por la Ley de Unificación todos los partidos políticos y sindicatos, excepto el nazi, son prohibidos (comienza a funcionar el primer campo de concentración en Dachau para presos políticos); en agosto, Hitler declara la formación del Tercer Reich, abandonando la Sociedad de Naciones. Mientras, la nueva Alemania nazi emite los primeros decretos contra los judíos, como el boicot contra todo comercio judío, la expulsión de los funcionarios judíos de la Administración o la prohibición de que puedan poseer tierras o editar libros, por ejemplo.

La Judenfrage, o “cuestión judía”  como era llamada por los nazis, se convierte en un problema capital para el desarrollo del Estado nazi, sustentado en unas bases raciales que ensalzan la superioridad de la raza aria sobre las demás y la inferioridad del judío como raza que hay que eliminar. De momento, la eliminación física de los judíos es imposible para el gobierno hitleriano, bien por el peso de la opinión pública, bien porque no existe aún una política unificada de eliminación en todos los territorios. Pero ello no impide que se empiecen a tomar una serie de medidas legales que obliguen a la comunidad judía alemana a emigrar hacia otros países. De entre ellas podríamos señalar dos:

•    Leyes de Núremberg (15 de septiembre de 1935): se establecen las normas para ser calificado como judío o como mestizo, así como la prohibición de matrimonios mixtos o relaciones sexuales entre arios y judíos, gitanos o negros. Se niega a los judíos la condición de ciudadano, así como su acceso a la Administración o al Ejército. Este documento aporta una base legal para el antisemitismo del régimen nazi.
Gráfico sobre mezclas raciales incorporado a las Leyes de Núremberg

•    "Noche de los cristales rotos" (Kristallnacht, noviembre de 1938): el asesinato de un diplomático alemán en París a manos de un emigrado judío sirve como excusa al régimen nazi para desatar un furioso pogromo en toda Alemania y Austria (por aquellas fechas recientemente incorporada al Reich) que culminó con el incendio de casi todas las sinagogas, el asalto a comercios y propiedades judías, la quema de libros y el asesinato de unos 200 judíos. Para muchos, este día se considera como el del inicio del Holocausto (o Shoah).

Sinagoga incendiada por los nazis
Lo que era un evidente problema para el gobierno nazi se multiplica una vez iniciada la II Guerra Mundial. Su política de lebensraum (“espacio vital”) consideraba como fundamental para el desarrollo de la raza aria la ocupación de territorios en el Este (Polonia, Rusia, Ucrania,…) en disfavor de judíos y eslavos, seres considerados “inferiores” (untermenschen) por la terminología nazi. La ocupación de Polonia y la creación del Gobierno General en los territorios ocupados por los alemanes en Polonia introduce en el Reich a varios millones de judíos polacos que hay que desplazar, mientras se construyen los primeros campos de concentración (Stutthof) y ghettos (Pioterkov) en territorio ocupado. El problema creciente de tener que alimentar esta población y de tener que forzar su marcha obliga a los dirigentes nazis a iniciar los primeros planteamientos para buscar una “solución” a este problema.

Una de las primeras ideas para buscar una solución a esto fue el llamado “Plan Madagascar”, iniciado en junio de 1940 tras la victoria sobre Francia. La idea consistía en conseguir la cesión de esta isla africana al gobierno alemán, y después forzar a los judíos residentes en los territorios alemanes a emigrar a dicha isla, que se autogestionaria bajo la supervisión de un gobierno militar nazi. El proyecto fue abandonado definitivamente tras la invasión Alemania de la URSS en junio de 1941...

sábado, 26 de febrero de 2011

LA "SOLUCIÓN FINAL"  (2ª parte)

… Avancemos en el tiempo hasta el último cuarto del s. XIX. Una de las comunidades judías más numerosas, la residente en la Rusia zarista, se va a ver sometida a una serie de pogromos o matanzas indiscriminadas al ser señaladas, sin evidencias claras, como culpables del asesinato del zar Alejandro II en 1881. La violencia desatada durante varios años, con la connivencia de las autoridades rusas, sumió en la miseria a la comunidad hebrea del país, obligándola a la emigración masiva hacia otros países, como por ejemplo los Estados Unidos, que llegó a recibir a cerca de dos millones de judíos rusos hasta 1920. El “escándalo Dreyfus” (1898), quizás el más famoso de la Historia de Francia, es también un ejemplo claro del antisemitismo latente en importantes sectores de la sociedad occidental, sobre todo entre la clase más conservadora.


Theodore Herzl

Pero esta persecución no hace más que alentar la actividad reivindicativa de los judíos. En efecto, a finales del s. XIX el periodista austrohúngaro Theodor Herzl establece en su libro “El Estado Judío” (1896) las bases del sionismo, movimiento político laico que, como objetivo principal, defendía la creación de un Estado-nación de Israel en Palestina, idea muy en consonancia con el poderoso sentimiento nacionalista de la época. Sin embargo, la imposibilidad de que eso se pudiera conseguir en esos momentos (los territorios de la antigua Israel estaban controlados por el imperio otomano) llevan a la búsqueda de espacios temporales tales como Argentina o Kenia. Ese Hogar Nacional Judío, prometido durante la Gran Guerra a través de la Declaración Balfour (noviembre de 1917, donde el Secretario del Foreign Office británico reconocía al movimiento sionista británico el derecho a la creación de un Hogar Nacional Judío en el Mandato  Británico en Palestina) no sería reconocido oficialmente hasta finalizado el conflicto, cuando la recién creada Sociedad de Naciones reconoció en el mandato británico sobre Palestina de 1922 la necesidad de crear dicho Hogar en la región salvaguardando los intereses de todos los habitantes de la zona sin distinción de raza o religión. Las migraciones hacia la zona comenzaron a multiplicarse, pero no sería fácil el asentamiento a pesar del interés de muchos hacendados de origen turco de relanzar la economía de la zona, y ello fundamentalmente en la década de los años 30 por el sentimiento pronazi del Mufti de Jerusalén (máxima autoridad legal de la región).


  
Adolf Hitler
Y es aquí hasta donde quería llegar, es decir, a la relación de los judíos y los nazis. La comunidad judía alemana era muy importante en todos los aspectos, y su participación durante la Gran Guerra destacadísima (a destacar, por ejemplo, la figura de Walther Rathenau, destacado miembro de la comunidad judía alemana que fue el encargado del suministro de materias primas durante la guerra). Pero para hablar del nazismo y de su ideología es preciso mencionar a su líder, el austriaco Adolf Hitler. Este inadaptado social, aspirante a pintor de familia desestructurada, sobrevive a la Gran Guerra y es enviado por sus superiores a dar charlas de reeducación a soldados “afectados” por la ideología bolchevique. Es en esa labor donde entra en contacto con el DAP (Partido Obrero Alemán), uno de los muchos minúsculos partidos de ideología völkischt que funcionaban en la recién creada República de Weimar intentando recuperar el sentimiento nacionalista conservador típico del ámbito germánico en el s. XIX. Hitler, furioso antisemita, consigue desplazar a su creador, Anton Drexler, y refundar el partido, que pasa a denominarse como NSDAP (partido nacionalsocialista obrero alemán), dotándolo de nuevas bases teóricas. Éstas, al igual que el fascismo italiano, carecen de un fundamento lógico, formándose a la par que va creciendo su número de afiliados. Su Programa de 25 Puntos recoge los objetivos básicos del partido (en algunos de ellos ya se introducen elementos racistas y antisemitas), pero es en otro libro donde se fundamenta con fuerza el antisemitismo de Hitler.

Tras su breve paso por la cárcel de Landsberg en 1924 (fruto de su condena por participar en el intento de golpe de Estado contra el gobierno de Weimar conocido como el “putsch de la Cervecería” a finales de 1923), aprovecha para redactar su libro-ideario, el Mein Kampf (Mi Lucha), donde recoge sus principales ideas políticas, económicas y sociales, así como aspectos personales como su infancia o su juventud en Viena. Es de esta época vienesa donde entra en contacto con grupos antisemitas temerosos de lo que ellos llamaban “la conspiración judía”, o sea, el supuesto intento por parte del judaísmo de hacerse con el control de los principales centros de poder político y económico del mundo a través de la masonería o el bolchevismo, por ejemplo (esta teoría surgió a partir de los llamados “Protocolos de los sabios de Sión”, panfleto antisemita publicado por primera vez en la Rusia zarista en 1903 para justificar los pogromos que vivía el país en la sospecha que dichos protocolos, considerados reales, indicaban claramente esta conspiración mundial judía. Ya en la década de los años 20 se pudo demostrar que los documentos eran sólo un engaño creado, casi con total seguridad, por la policía secreta zarista). De la visión distorsionada de estos documentos, del ambiente antisemita que vive Viena en esos años, y de la posterior derrota de los alemanes en la Gran Guerra (también se culpa a los judíos de la “traición” en la retaguardia) y el sentimiento de derrota que se derrama por toda la población alemana, bebe Hitler para crear todo una teoría xenófoba antisemita que, al menos después del crack del 29 y la caída de Alemania en una profundísima crisis económica y social, permitirá a su partido el crecimiento exponencial en cada una de las elecciones celebradas en Alemania a partir de dicho año.



domingo, 20 de febrero de 2011

LA “SOLUCIÓN FINAL”  (1ª parte)

Hola a todos

La diáspora judía
A lo largo y ancho de la Historia de la humanidad han sucedido matanzas indiscriminadas de personas. Raro es el país donde no se pueda hurgar en su pasado para descubrir tal o cual acontecimiento sangriento del cual, precisamente, no se sientan especialmente orgulloso. Pero hoy no escribo para esto; sería una labor infinita, por otro parte. No, hoy escribo para hablar de genocidio, y más concreto del exterminio sistemático y programado de millones de judíos, gitanos o eslavos desarrollado por los dirigentes de la Alemania nazi durante los años de la II Guerra Mundial. Intentaré hacer un breve repaso del mismo sin interés de suscitar polémica ni malos entendidos, sino como un ejercicio más de comprensión para mis alumnos, y para todos vosotros, lectores que me seguís, de hasta dónde puede llevar la barbarie, la irracionalidad y el sadismo de la raza humana, esa que se enorgullece de llamarse “civilizada” para distinguirse del resto de seres vivos. Es esta una afirmación que me parece demasiado atrevida para mi gusto, al menos viendo según qué cosas los “civilizados” somos capaces de hacer en nombre de una idea, una política o un Dios.

Las legiones romanas saqueando Jerusalén
La persecución de los judíos no se ciñe a los tiempos más contemporáneos. En su azarosa existencia como pueblo, los judíos han vivido innumerables conflictos, han sufrido la esclavitud, la ocupación de su territorio,… La Diáspora, como se ha venido a llamar al exilio del pueblo judío fuera de la Tierra de Israel, se ha producido de manera continua desde la primera gran dispersión a principios del s. VI a.C. debido a la invasión de los babilonios, pasando por la destrucción del segundo Templo de Jerusalén en el año 70 de nuestra era por las legiones de Tito hasta la posterior gran dispersión a partir del año 135 cuando las huestes del emperador Adriano sofocaron a sangre y fuego la rebelión de Bar Kojba, prohibiendo en adelante la religión judía y practicando un exterminio sistemático de la población y de la cultura judía. La huida de la población provocó la formación de pequeños núcleos judíos por todo el imperio y más allá de sus límites.


Edicto de expulsión de los judíos
Durante la Edad Media, las distintas comunidades judías diseminadas por Europa y el Próximo Oriente viven en circunstancias diferentes. La permisividad de los musulmanes hacia otras religiones permite a los judíos dedicarse en libertad a sus actividades artesanales y comerciales a cambio de los cánones obligatorios que como dimmíes (“gentes del Libro”, como eran conocidos en el Islam a cristianos y judíos) debían abonar para ejercer libremente su fe. En cambio, en los reinos cristianos europeos, incluso en los territorios ocupados por los cristianos durante la Primera Cruzada, fundamentalmente, la situación es diferente. Sus actividades económicas generan un latente recelo entre la población cristiana, normalmente empobrecida, y son comunes las persecuciones y asesinatos en determinadas épocas de crisis o carestía, y ello a pesar de que muchos reyes del orbe cristiano protegían a estas comunidades de tales abusos por conveniencia económica, fundamentalmente. Quizás el caso más señalado, y que más de cerca nos afecta, fue el de la comunidad hebraica en los Reinos hispánicos durante el reinado de los Reyes Católicos. Protegidos fundamentalmente por el rey Fernando, las necesidades del último esfuerzo para culminar la Reconquista asaltando el último baluarte granadino del reino nazarí llevan a los Reyes Católicos a cambiar su permisividad inicial por una expulsión forzosa (al menos para los que no se conviertan) gracias al Edicto de Granada de marzo de 1492. La medida es desastrosa en todos los aspectos para los reinos hispánicos, que ven marchar a una de las comunidades más antiguas y de mayor importancia tanto en lo económico como en lo cultural que existía en la península ibérica. Esos judíos españoles, los sefardíes, se dispersaron por la cuenca del Mediterráneo y Francia, conservando el castellano antiguo como su lengua de referencia (hoy día se mantiene en algunos núcleos de población en Israel, por ejemplo)...

martes, 15 de febrero de 2011

LA “PICADORA DE CARNE”

Hola a todos

Hace unos días terminé de leerme, creo que por tercera vez, el libro Sin novedad en el frente, del alemán Erich Maria Remarque (1929). La primera vez que accedí a sus páginas fue hace muchos años, cuando aún era un adolescente que fantaseaba con los temas militares. Hoy en día me sigue entusiasmando el tema, lo reconozco, y ya no sólo por el interés que puede generar por sí mismo, sino como historiador y docente que debe explicar a sus alumnos el por qué la Historia de la Humanidad está plagada de un sin fin de conflictos que, al fin y al cabo, nos han ido moldeando hasta el día de hoy.

Portada en inglés de la película
Para los no aficionados a los temas bélicos es muy posible que cuando uno pregunte o curiosee sobre el tema de la obra se eche para atrás. Un libro de guerra, y más aún de la desconocida, para la mayoría, I Guerra Mundial (o mejor la Gran Guerra, como era conocida en su época y como a mí me gusta llamarla), debería de ser, en principio, para “paladares exigentes”. Nada más lejos de la realidad. Es relativamente corto (261 páginas aproximadamente) y fácil de leer, con una prosa amena y para nada rebuscada. Pero me acabo de dar cuenta de que hasta el momento no he dicho nada de él que pueda llegar a encender la curiosidad por su lectura. Esperad un momento a ver si os convenzo.

Erich Maria Remarque
El libro nos cuenta la vida de una pandilla de jóvenes alemanes en plena transición de la adolescencia a la madurez que, iniciada la contienda, marchan alegremente a defender a su país de sus enemigos. El libro ya se inicia con los muchachos en el frente, en una fecha indeterminada y en lugar no reconocible, pero en una circunstancia muy concreta: la tropa tiene hambre y quiere comer su ración. Pero esto es lo de menos. Este inicio sólo va a servirle de excusa al autor para ir desgranando, poco a poco y de manera pormenorizada, incluso a veces con una detallada crudeza, cómo una generación de jóvenes, da igual si alemanes, franceses, británicos o rusos, fue literalmente destrozada en aras de la superioridad de una cultura, de un país o de una bandera. Y lo malo, como queda patente en cada página, no es la pérdida de vidas (que, evidentemente, no deja de ser la peor y más clara consecuencia de un conflicto bélico), sino la pérdida de la humanidad, de los valores consustanciales a cada una de las personas, de los sentimientos (aunque se mantenga, sobre todas las cosas, la camaradería entre los soldados), de los ideales, de las creencias que insuflaron el ardor guerrero que animó a estos jóvenes a salir de la escuela y a alistarse como un solo hombre en el Ejército, y, en definitiva, la pérdida de la esperanza en una vida futura. Todos los protagonistas tenían una vida antes de la guerra, todos deseaban continuar con sus estudios, o seguir cultivando la tierra en sus campos, o tener una familia, o…. Pero después de lo que han vivido ya no queda nada. Compartir la muerte de los camaradas caídos se hace preferible a sobrevivir y volver a ser un civil sin esperanza ni objetivos, incapaz de comprender o ser comprendido por un mundo que sólo ha visto de lejos lo que era la vida en las trincheras, lo que en muchas partes del frente fue conocido por los soldados como “la picadora de carne” (como fue conocida la batalla de Verdún, una de las más largas y sangrientas de toda la contienda).

Soldado alemán en Verdún
Como dice el autor en su dedicatoria, con su libro no pretende acusar a nadie, sino simplemente recordar a esa generación perdida en los campos de batalla de Flandes, del Artois o del Cáucaso. Yo creo que hay un gran mensaje en este libro, y ese es el que intento transmitir a mis alumnos cuando les mando leérselo como parte obligatoria cuando estamos estudiando los temas referentes al principio del s. XX: la guerra es un asunto abominable porque no sólo destroza cuerpos, sino que destroza espíritus, esa cosa intangible que nos hace ser personas humanas. El alegato pacifista que trasciende la obra es tan sublime, las escenas donde el protagonista vuelve a casa de permiso y no soporta estar con su madre porque siente que esa ya no es su vida, que ésta se la han arrebatado definitivamente con ideas y fundamentos engañosos (patria, nación, poder, superioridad cultural,…), es tan sobre cogedora, que no puedo encontrar una forma mejor de expresar lo que fue la Gran Guerra.

Espero que con estas palabras os haya convencido de la idoneidad de su lectura, sobre todo para chavales de 4º ESO en adelante. La discusión sobre la misma os servirá de base para conocer tanto las características del conflicto como los acontecimientos posteriores que desembocarán años después en un nuevo conflicto mundial. Yo, por mi parte, no dejo de recordar, de vez en cuando al menos, la suerte que tengo de no haber tenido que conocer un conflicto bélico, sea cual fuera su envergadura. Tanto para los que se van como para los que se quedan, sobre todo para estos últimos, quedan las heridas que ni la pena ni el tiempo pueden borrar jamás. Sea desde aquí el homenaje y mi más sincero afecto.



P.D.: Como dato decir que en el verano de 2009 falleció el último combatiente de la Gran Guerra que quedaba con vida. Era el británico Harry Patch, que con 111 años abandonó el mundo tras haber sobrevivido, entre otras, a la batalla de Passchendaele (Flandes), una de las más sangrientas para los británicos.

sábado, 12 de febrero de 2011

¡PIRATAS A LA VISTA!  (2ª parte)


Mapa del Caribe
... Pero quizás la imagen que tengamos más presente de la piratería es la de feroces hombres barbudos, tuertos o con “pata de palo” que, por necesidad o por algún lance desafortunado en su vida, se dedican al asalto de barcos por la zona del Caribe en busca de riquezas (oro, joyas,…), las cuales son enterradas en algún pequeño islote de la zona para ser utilizadas con posterioridad. La codicia y la ambición mueven a estos hombres de fidelidad incierta en su vida cotidiana. 

Sevilla en el s. XVI
Pero, ¿por qué siempre parece que sus correrías se producen exclusivamente por la zona caribeña? Muy fácil. Como hemos comentado antes, el descubrimiento de América y la posterior conquista y colonización del continente abre a Europa una nueva vía de acceso a fuentes aparentemente ilimitadas de metales preciosos (oro y plata), así como a productos tropicales que rápidamente encuentran un amplio mercado en el Viejo Continente, caso del tabaco o el cacao, que se convierten en producto de lujo al alcance de muy pocos. El hecho de que estas riquezas estén en principio monopolizadas por los españoles mueve a la codicia de sus enemigos, especialmente franceses y británicos que, como he comentado antes, dan carta blanca a piratas asalariados para que hagan el mayor daño posible al comercio marítimo español. La ruta principal partía del puerto de Sevilla, donde desde la Casa de Contratación se controlaba toda actividad comercial con el Nuevo Mundo desde su fundación en 1503, y marchaba hasta la isla de La Española o Cuba, desde donde recalaban finalmente en el continente. Como la ruta pasaba por numerosas islas e islotes donde los piratas podían fácilmente esconderse, ambos factores generaron la proliferación de actividades de piratería hasta el s. XVIII. Barbados, Jamaica o la Isla de la Tortuga (frente a las costas de Haití) se convirtieron en puertos principales de piratería durante muchos años. Frente a esta actividad, los españoles tuvieron que recurrir al sistema de las flotas, por las cuales los barcos cargados de mercancías navegaban junto a galeones y otras naves fuertemente armadas para evitar el asalto pirata. El sistema fue bastante efectivo, reduciendo enormemente las pérdidas en barcos y material (el sistema, con muchas variantes y salvando las distancias, sería utilizados posteriormente durante la II Guerra Mundial por los Aliados para hacer frente a los ataques de los U-boote alemanes en la llamada batalla del Atlántico).

Doblones españoles
La piratería marítima se mantuvo durante mucho tiempo, pero lo cierto es que a partir de finales del s. XVII y principios del s. XVIII, la efectividad del sistema de las flotas, el reforzamiento de las defensas costeras de muchos puertos coloniales americanos, y la aparición de armadas nacionales (ya no es tan necesario recurrir a los corsarios) y los primeros escarceos coloniales en África, hace que el área caribeña sea bastante abandonada por los piratas, que prefieren buscar nuevas oportunidades de negocio en las costas asiáticas, africanas y del Índico. Con todo, las actividades en las costas centro y norteamericanas se mantendrán con una cierta importancia durante todo el s. XIX.

Los nuevos piratas del Índico
Mucho se ha escrito sobre la piratería y los piratas. Lo cierto es que gran parte de sus peculiaridades son más obra de la imaginación de los escritores y de los cineastas que basados en la realidad. Lo que sí es cierto es que de ser personajes con un cierto aire romántico y que, en algunos casos, podrían generarnos hasta simpatía por sus aventuras  y correrías, en la actualidad se han convertido en auténticos terroristas que se dedican al asalto de embarcaciones con el fin de conseguir rescates multimillonarios de los rehenes apresados o de las materias primas incautadas. El fin no deja de ser el mismo. La avaricia, la codicia, el poder, los abusos,…, se mantienen como elementos fundamentales de su actividad. Hoy día aparecen como figuras anacrónicas que no deben de existir en un mundo desarrollado y civilizado. Eso es cierto, pero no lo es menos que sus actividades se circunscriben a zonas muy concretas que concuerdan con regiones especialmente deprimidas y subdesarrolladas donde la miseria empuja a mucho de ellos a estas actividades. Quizás si nos preocupáramos por el desarrollo de esas zonas, si tuviéramos un mundo más justo donde la riqueza estuviese mejor repartida y todos tuvieran acceso a los más básicos de los recursos para sobrevivir, quizás, y sólo quizás, estas personas no se verían abocadas a estas actividades. Es cierto que hay muchos intereses detrás, que hay muchos “señores de la guerra” interesados en mantener este estado de cosas, que muchos de estos piratas contemporáneos ejercen esta labor obligados por estas personas. Pero quizás, y sólo quizás, nuestra ayuda supondría un primer paso para terminar con esta lacra que amenaza, de nuevo, a nuestros mares y océanos.





viernes, 11 de febrero de 2011

¡PIRATAS A LA VISTA!  (1ª parte)

Hola a todos

Robert L. Stevenson
Durante este curso académico, y siguiendo los planes de la Administración de potenciar la lectura en los centros educativos, se ha formado un grupo de trabajo en la Biblioteca del IES que está realizando distintas actividades en tal sentido. Una de ellas consiste en la lectura y dramatización en los distintos grupos del libro “La isla del tesoro”, novela de aventuras redactada por el británico Robert Louis Stevenson y publicada en el año 1883. Aparte de dicha actividad, los tutores respectivos tenemos el cometido de comentar, en lo posible, un poco de historia sobre la piratería y los piratas, tema central sobre el que versa la novela. Es en este contexto donde se inscribe la entrada de hoy. Quizás otro día hablemos de la “piratería” moderna, de esa tan actual que afecta a la propiedad intelectual de músicos, directores de cine o artistas de toda clase, a esa que los distintos Estados pretenden combatir coartando alguna que otra libertad del individuo reconocida en las distintas Cartas Magnas que pululan por esos mundos. De esa piratería que muchos defienden en aras de la libertad, de la necesidad o la falta de recursos, del uso o abuso de la misma por parte de algunos, de esa piratería, ya discutiremos otro día. ¿Hay alguien “libre de pecado” en este asunto? ¿Se la puede considerar como “piratería” o es un uso legítimo frente a los que quieren abusar de una u otra manera de su posición de privilegio estableciendo un control sobre lo que se debe o no hacer? Id pensando sobre esto.

El tema de la piratería “clásica” (permítaseme este término), es decir, el hecho de que algunas personas se dediquen al abordaje de barcos en alta mar para robar (esa es la definición de la Real Academia de la Lengua) no es nuevo, aunque sí parece tener una cierta actualidad por cuanto que una de las zonas marítimas más transitadas, la que conforma el llamado “cuerno de África” (entre el mar Rojo, el Arábigo y el océano Índico, coincidiendo con las costas de países como Somalia o Kenia, en el este del continente), está viviendo un resurgir de dicha actividad aprovechando el desgobierno y las crisis endémicas que sufren algunos territorios de la zona, fundamentalmente el somalí. Pero esto es asunto aparte. No hay que olvidar que en ciertas zonas del Pacífico, sobre todo en las costas del mar de China, alrededores de las Filipinas o Indonesia, la piratería es práctica común, aunque poco conocida en el mundo occidental.

Drakkar vikingo
La piratería es casi tan antigua como la existencia de la navegación, o más bien como la existencia de ciertas rutas de importancia comercial, caso del Mediterráneo, Golfo Pérsico o mar de China. Aunque el objetivo de la piratería no ha tenido que ser siempre el mismo (durante la Edad Antigua era fundamental, tanto o más que el botín material producto del saqueo de barcos o localidades costeras, la captura de personas para su posterior venta en los mercados de esclavos), es importante señalar su importante papel en aspectos tales como el desarrollo de la navegación o la expansión territorial. Es en este aspecto donde podríamos destacar a los vikingos (literalmente “el que va a saquear” o “merodeadores de la costa”), con sus expediciones a Gran Bretaña, Islandia, Groenlandia o ¿América?, y por supuesto en sus correrías europeas que les llevaron hasta subir por el Guadalquivir y saquear Sevilla.



sir Francis Drake
Pero demos un salto en el tiempo y vayámonos al descubrimiento y posterior colonización y explotación del Nuevo Mundo: América. Mientras los reinos hispánicos y otros territorios mediterráneos se ven sometidos al acoso continuo de la piratería berberisca por todo lo largo y ancho del Mare Nostrum (problema solucionado temporalmente tras la exitosa victoria de las naves cristianas comandadas por el bastardo real, don Juan de Austria, en la batalla de Lepanto de 1571), el conocimiento de las riquezas materiales encontradas por españoles, y en menor medida portugueses, en América abre el camino para que británicos y franceses, apartados de tal lucroso negocio, busquen fórmulas que interrumpan dicho comercio en beneficio propio, dañando de paso el creciente poderío político y militar de los Habsburgo españoles, dueños de un imperio “donde no se ponía el Sol”. Es en este contexto en el que aparece la figura del “corsario”, verdaderos saqueadores que, a título privado pero contando con la “patente de corso” que les proporcionaba el gobierno británico o francés normalmente en periodos de guerra, tenían potestad para llevar a cabo sus actividades dentro del marco de la legalidad. Aprovechando estas circunstancias muchos piratas se convirtieron en corsarios, algunos de ellos fueron considerados héroes en sus respectivos países e incluso ennoblecidos (como el caso del británico Francis Drake, que adquirió la categoría de “sir”), y normalmente cuando finalizaba su patente volvían a la vida civil como comerciantes respetables. Evidentemente, desde el punto de vista de quienes sufrían sus actividades (normalmente las posesiones españolas en América), no dejaban de ser meros saqueadores y ladrones. Diferenciar aquí la figura del corsario con la del bucanero o la del filibustero. Mientras el primero se aplicaba a ciertos habitantes de La Española de que se dedicaban a “la buca” (carne ahumada) y que, tras ser obligados a abandonar la isla se tuvieron que dedicar a la piratería, el filibustero se dedicaba también al contrabando de productos...


domingo, 6 de febrero de 2011

LA CUESTIÓN DE EGIPTO

Hola a todos

Recientemente estamos viendo en televisión y prensa como en Egipto se están produciendo una serie de manifestaciones populares masivas con el objetivo de derrocar al presidente del país, Hosni Mubarak, que ocupa dicho cargo, y el de líder del Partido Nacional Democrático, desde octubre de 1981. Hagamos un poco de historia para ver cuál ha sido la evolución del país hasta la actualidad y por qué se están produciendo estos acontecimientos.

Egipto, el país de la arabidad por excelencia, es cuna de una civilización milenaria que ha servido, desde la aparición del Islam allá por el s.VII, como “bisagra” entre dos continentes: el Machrek (el levante o Próximo Oriente) y el Magreb (el occidente). El hecho de que ambos compartan la misma civilización árabe-islámica no impidió que su evolución histórica haya seguido caminos divergentes. 

Faruq I
La historia del Egipto contemporáneo ha estado marcada por la constante injerencia extranjera sobre su territorio. Desde la llegada de Napoleón a finales del s.XVIII hasta la incorporación como protectorado británico a partir de 1882, los egipcios intentaron desarrollar un gobierno autónomo marcado por la constante inestabilidad política y la corrupción de su monarca, Faruq I, quien desde su ascenso al trono en 1936 llevó una vida disipada y de lujos que resultaba escandalosa en comparación con la miseria con la que vivía su pueblo (parece claro, por tanto, que el problema de la corrupción es consustancial al país desde hace mucho). Esta situación de corrupción generalizada, unido a la derrota árabe en la Guerra árabe-israelí de 1948 (que dio lugar al actual Estado de Israel), acabó desembocando en el golpe de Estado de julio de 1952 protagonizado por el Movimiento de Oficiales Libres, sociedad secreta surgida en el seno del Ejército egipcio. Faruq se vio obligado a abdicar, abandonando el país hacia el exilio.

Nasser
Tras un breve paréntesis, a finales de 1953 uno de los líderes del Movimiento, el coronel Gamal Abdel Nasser, tomaba el poder hasta su muerte en 1970. Con Nasser, Egipto entra en una nueva etapa de su historia que le permite estar en la “primera línea” de la política internacional gracias a su papel dentro del movimiento de países no alineados y al desarrollo de lo que se ha venido a llamar como nasserismo.

Inauguración del Canal de Suez en 1869
Se llama nasserismo a la forma de gobierno que intentó establecer Nasser en Egipto hasta 1967, y que sirvió de modelo durante dichos años al resto de países árabes de la zona. En sí, fue una mezcla un poco extraña de populismo, nacionalismo, islamismo y socialismo con el objetivo de convertirse en la base ideológica de un régimen político de partido único. El modelo transformó las estructuras políticas del mundo árabe, permitiendo la llegada de militares a otros países de la zona (Libia, Túnez,…). También dio lugar al desarrollo de la idea panarabista (formación de un único Estado árabe en toda la región. Fue un fracaso pues sólo consiguió unirse temporalmente con Siria y Yemen entre 1958 y 1961, dejando abiertas las puertas a la intrusión del islamismo más integrista), al intento de renacimiento cultural recurriendo a las tradiciones islámicas, al desarrollo de una nueva vía económica diferente al capitalismo occidental y al socialismo soviético, y a la nacionalización de los sectores básicos de la economía egipcia. Es en este último aspecto donde tuvo Nasser el mayor de sus éxitos y el que le permitió convertirse en la figura principal del movimiento árabe del momento, y ello gracias al éxito en la nacionalización del Canal de Suez (1956), enfrentándose para ello a franceses, británicos e israelíes. Es el momento de máxima popularidad en su carrera política.

Pero este prestigio no fue duradero. Por una parte, su política interior no fue en paralelo a la exterior. Reprimió a la oposición interna (los Hermanos Musulmanes y al Partido Comunista egipcio) y prometió al pueblo reformas que le permitieran mejorar sus condiciones de vida y de trabajo (la nacionalización del Canal o la construcción de la presa de Assuán fueron los hitos más destacados en este aspecto). Por otra, no consiguió su objetivo de unidad árabe. Tras la derrota frente a los israelíes en la guerra de los Seis Días (1967), su “estrella” política fue difuminándose hasta su muerte en 1970, dejando pendiente la ansiada modernización y despegue económico del país.

Sadat
Tras la muerte de Nasser otro militar, Anwar el-Sadat, hereda la política panarabista y antisionista de su predecesor, al menos hasta 1973, cuando el fracaso en la guerra del Yom Kippur frente a los israelitas le hace cambiar su política hacia una vía más moderada y realista ante las circunstancias internacionales que permita un verdadero desarrollo del país. Así, en política exterior terminó con la tutela soviética y comenzó su acercamiento a los Estados Unidos con el fin último de recuperar los territorios perdidos frente a Israel en 1967 (conseguido en 1978 tras la firma de los acuerdos de Camp David, que suponían el fin de las hostilidades con Israel). En el interior inició una política aperturista tanto a nivel político (los Hermanos Musulmanes pudieron reiniciar legalmente sus actividades) como social (nuevo papel de la mujer) y económico (potenciación del turismo como fuente de riqueza para el país), lo cual permitió la aparición de grupos integristas que, al final, serían los causantes de su asesinato en octubre de 1981.

Hosni Mubarak
Otro militar, vicepresidente del país, sucede a Sadat tras su asesinato: Hosni Mubarak. Éste, en sus treinta años de gobierno, ha intentando mantener la política de su antecesor de equilibrio entre el tradicionalismo árabe y la alianza con norteamericanos e israelíes, lo que le ha permitido conservar un enorme prestigio a nivel internacional, aunque no entre las naciones árabes más radicales, que nunca han visto con buenos ojos su cercanía a Israel. Pero es su política interior lo que está causando el malestar actual que le puede costar el cargo. Los grupos radicales islámicos egipcios han estado desde siempre en contra del régimen, lo que ha supuesto que se haya mantenido la ley de Excepción decretada en el país desde el asesinato de Sadat. Ello ha significado en la práctica la eliminación de cualquier atisbo de actividad democrática o política en el país, el mantenimiento de un férreo sistema presidencialista, la nula validez de cualquier convocatoria de elecciones (el amaño de las mismas es evidente), el mantenimiento de una situación social y económica precaria, la corrupción en los cuadros administrativos y del Ejército,…

Revueltas populares en las calles de Egipto
El descontento social, la presión de los grupos islamistas, la labor de la oposición encabezada por los Hermanos Musulmanes, el contagio de otras revueltas exitosas (como la de Túnez, otro país donde el nasserismo derivó en una férrea dictadura plagada de corrupción), está llevando el país a una situación extremadamente delicada en la cual parece que la salida de Mubarak parece inevitable. El problema está en saber cuánto tiempo durará esta situación, cuántos muertos civiles quedarán por el camino, y cuál será el  rumbo de este milenario país una vez caído el sistema. ¿Democracia o integrismo islámico? Esa parece ser la cuestión que se debate ahora, no sólo en las principales cancillerías del mundo, sino, sobre todo, en las calles de las principales ciudades del país.



sábado, 5 de febrero de 2011

COLONIALISMO EN ÁFRICA

Hola a todos

Tal día como hoy de hace 126 años, las principales potencias europeas reunidas en la Conferencia de Berlín (del 15 de noviembre de 1884 al 26 de febrero de 1885) decidieron crear el Estado Libre del Congo en el centro de África, cediéndolo como posesión personal al rey de Bélgica, Leopoldo II, quien mantendrá su control sobre el territorio congoleño hasta 1908, un año antes de su muerte, cuando fue obligado a ceder su control al Estado belga. Pero hagamos un poco más de historia en este asunto.
D.Livingstone
Hasta mediados del s.XIX, el continente africano permanecía prácticamente desconocido para los europeos. Apenas un 10% del total de su superficie era controlado por británicos, franceses y portugueses en territorios como Argelia, la colonia del Cabo o Angola. La exploración y descubrimiento de las zonas interiores fue dejada en manos de exploradores y aventureros como el británico David Livingstone o el portugués Serva Pinto.

Pero es el desarrollo de la segunda industrialización en el último cuarto del s.XIX, y sobre todo el inicio de la llamada Gran Depresión (a partir de 1873 hasta finales de siglo), lo que lanza a las grandes potencias europeas a la ocupación y explotación efectiva de los territorios africanos. Fuentes baratas de materias primas, amplios mercados donde colocar el excedente de producción, una vía de escape para el exceso de población europea desocupada, y todo ello con un trasfondo de evangelización y de difusión de la “superior” cultura occidental, son los motivos y excusas que llevan a los europeos a una “carrera por África”, como fue llamada esta nueva colonización del continente.
Leopoldo II de Bélgica

Es en este contexto en el que aparece la figura del segundo rey de los belgas, Leopoldo II (recordar que Bélgica fue fundada en 1830, tras conseguir separarse de los Países Bajos en una revolución pacífica auspiciada por Gran Bretaña y Francia). Con el objeto de defender a los nativos africanos de la explotación económica de los europeos, así como evitar su esclavización, Leopoldo creó la Asociación Internacional Africana (AIA) para promocionar la paz, la educación y el progreso del continente. Es esta asociación quien financiará el viaje al río Congo (1879-84) del explorador Henry Morton Stanley, a partir de cuyos descubrimientos serían creados varios “Estados libres” en la región congoleña. El éxito de esta empresa convirtió al rey Leopoldo II en un personaje fundamental del momento, un modelo a seguir en la carrera colonial por cuanto que parecía equilibrar la explotación económica de sus territorios, a través de la Sociedad Internacional del Congo, con una amplia política humanitaria y civilizadora de la población nativa. Pero esto era sólo una fachada, como veremos a continuación.
Conferencia de Berlín

La competencia por ocupar territorios entre las distintas potencias europeas (Gran Bretaña y Francia, fundamentalmente, pero también la recién creada Alemania o la propia Bélgica) preocupaba mucho al entonces “árbitro” de las relaciones internacionales, el canciller alemán Otto von Bismarck. La posibilidad de un enfrentamiento europeo por cuestiones coloniales que pudiera poner en entredicho el crecimiento alemán y el difícil equilibrio europeo conseguido tras el Congreso de Berlín (1878), propició la celebración de una nueva reunión internacional donde establecer unas claras reglas para la expansión colonial en África. Así, entre noviembre de 1884 y febrero de 1885 se celebró la Conferencia de Berlín, en la que participaron la mayoría de países europeos aunque diferenciando dos grupos: los países directamente implicados en el reparto colonial (británicos, franceses, alemanes, portugueses y el propio Leopoldo II a través de su Sociedad), y los no implicados directamente en dicho reparto, como el caso de España o el imperio austrohúngaro.

El reparto de África

El hábil Leopoldo II no sólo consiguió convencer a las grandes potencias de la necesidad de asegurar la libre circulación comercial por las cuencas de los ríos Níger o Congo, sino también la creación del Estado Libre del Congo como “Estado-tapón” entre las distintas potencias, territorio cedido no al Estado belga sino a título personal al propio monarca.

Mutilaciones en el Congo
Reconocido en la Constitución belga de 1885 como un monopolio “estatal” en el cual el gobierno belga no intervendría, rápidamente comenzó la brutal explotación del territorio, convertido en un verdadero campo de trabajos forzados al servicio personal del rey. La explotación de marfil y caucho (este último convertido en producto fundamental tras la invención por Dunlop del neumático de caucho) permitieron a Leopoldo II en convertirse en multimillonario gracias a la brutal explotación de la población local (se calcula en unos 10 millones de nativos los exterminados de una u otra manera en los campos de caucho), que no pasó desapercibida para misioneros y representantes diplomáticos de otros países.

En efecto, las quejas sobre lo que pasaba en el Congo provocaron una presión internacional que acabaría por obligar al monarca a ceder la gestión del territorio y de parte de su patrimonio al Estado belga en 1908, formándose oficialmente el Congo Belga. Hasta 1962 los distintos territorios que lo conformaban (Congo, Ruanda, Katanga) no alcanzarían su independencia.

Leopoldo II ha pasado a la Historia como uno de los más grandes, aunque desconocido para el gran público, de los genocidas de nuestra historia más reciente.