sábado, 2 de abril de 2011

JUNTOOOS, COMO HERMANOOOS….

Hola a todos


Francisco Franco
Aprovechando la letra de este evocador himno religioso, me propongo hoy escribir acerca de un acontecimiento ocurrido durante nuestra Guerra Civil que marcará un antes y un después en el devenir político de España durante cerca de cuarenta años. Me refiero a la promulgación, el 19 de abril de 1937, del llamado Decreto de Unificación, por el cual el Generalísimo Franco disolvía de un plumazo el pluripartidismo en la zona “nacional” y creaba, siguiendo el modelo fascista italiano, un único partido (considerado más como “Movimiento Nacional” que partido político al uso) conocido a partir de entonces como Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Veamos más detenidamente cómo discurrieron los acontecimientos.

Queipo de Llano
A pesar del fracaso a la hora de tomar Madrid (finales de 1936), para principios de la primavera de 1937 la situación no pinta nada mal para los sublevados, aún más tras la toma de Málaga en febrero. Sin embargo el general Franco, jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos sublevados desde el 1 de octubre de 1936 (en sustitución de la Junta de Defensa Nacional), así como sus asesores más cercanos, consideraban que la creación de un nuevo Ejército cada más numeroso y organizado, donde la aportación  de los falangistas y los carlistas cada vez era mayor, no podía menos que acabar generando rencillas y rivalidades que no solo podían afectar al esfuerzo de guerra, sino también a la ambición política del propio Franco, que podía ver eclipsada su posición, bien por los líderes de estos grupos, bien por algunos de sus compañeros de armas, fundamentalmente Queipo de Llano y Mola, cada vez más arrepentidos de haberle cedido el poder absoluto el año anterior.









En principio no debería de haber tenido Franco ninguna oposición a su idea. Los principales líderes del carlismo, de los monárquicos y de la Falange estaban o muertos (caso de José Antonio Primo de Rivera o de José Calvo Sotelo), o bien habían desaparecido de la escena política (caso del carlista andaluz Manuel Fal Conde, que había tenido que marcharse al exilio a Portugal tras intentar crear una Academia Militar exclusiva para los requetés carlistas, cosa que fue terminantemente prohibida por Franco). Sólo el líder de la CEDA, José María Gil-Robles, que permanecía en Francia, podría haber sido una figura opositora al Caudillo, pero pronto se le orquestó una campaña de desprestigio que anuló su posible influencia dentro de la zona nacional.

Cartel de la Falange
En general, parecía evidente para todas las facciones que más pronto o más tarde sería inevitable organizar alguna estructura política que unificara la zona nacional, aún más cuanto que el desastre en Guadalajara (marzo de 1937) hacía presagiar una guerra más larga de lo esperado. El artífice de la reorganización general del nuevo Estado franquista sería el cuñado de Franco, Ramón Serrano Súñer, joven y prestigioso abogado que había conseguido escapar de la represión republicana hacia la zona nacional, donde llegó en febrero de 1937 siendo pronto reclamado por su cuñado para organizar la necesaria maquinaria política de la que carecía la zona nacionalista. Pronto se convirtió en una figura de indudable peso dentro del entramado franquista por su cercanía al Caudillo y por su propio carisma, aunque su estrella política acabaría por apagarse en los primeros años de la dictadura.

Serrano Súñer, Franco y Mussolini
Es Serrano Súñer quien abre el camino para apuntalar el poder personal de Franco. Rápidamente se puso en contacto con los principales líderes de las distintas facciones existentes en la España nacional (el conde de Rodezno por los carlistas, Manuel Hedilla por la Falange, Pedro Sáinz Rodríguez por los monárquicos, y el cardenal primado Gomá por la Iglesia) para ir tanteando la situación. Mientras ello sucedía, Franco observaba pacientemente cómo las distintas facciones y personalidades tomaban posiciones ante los inminentes cambios, apareciendo las disputas internas, sobre todo en la Falange, donde el más radical Hedilla debía enfrentarse a la oposición de sectores contrarios a que la Falange se plegara a los deseos de Franco, encabezados por Sancho Dávila y Agustín Aznar. Las luchas de poder internas en la Falange, con luchas fratricidas pistola en mano en las calles de Salamanca (17 de abril de 1937) facilitaron las cosas a Franco, que utilizó estas luchas como excusa perfecta para hacerse él mismo con el mando directo de la Falange tras su fusión.

Bandera de FET de las JONS
El 19 de abril se hizo público el Decreto de Unificación, elaborado por Franco y Serrano Súñer con el acuerdo de los generales Queipo de Llano y Mola, pero sin contar con la aquiescencia de los líderes de los partidos respectivos. Según los términos del Decreto, la Falange se unificaba forzosamente con los carlistas para formar un partido único: Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS). El decreto establecía a Franco como jefe absoluto de la nueva organización, constituida, entre otros organismos, por una Junta Política que actuaría como dirigente pero cuyos integrantes serían personas afines al propio Franco. La débil resistencia que opusieron algunos, caso de Hedilla y otros, fue rápidamente sofocada con detenciones y juicios por traición que llevaron a muchos, entre ellos al propio Hedilla, a pasar varios años en la cárcel (tras serle conmutada la pena de muerte inicial) y posteriormente al exilio, desapareciendo de la escena política nacional para siempre. El resto de líderes falangistas, como Pilar Primo de Rivera, Raimundo Fernández Cuesta o José Luis de Arrese, aceptaron los hechos consumados y se convirtieron en fieles aduladores de Franco. El Movimiento, como a partir de ahora empezaría a ser conocido el nuevo partido único, perdió toda su autonomía política e ideológica, quedando en adelante como mera cantera de “cuadros” para la Administración franquista. El resto de grupos (monárquicos, carlistas,…) aceptaron las circunstancias con mayor o menos agrado (estos últimos hasta que recibieron importantes cargos dentro de la Administración). La figura política de Franco salía consolidada y reforzada. Las bases de su poder omnímodo estaban puestas: Generalísimo de los Ejércitos, jefe del Estado, jefe del Gobierno y jefe nacional de la FET. Sus aduladores, más todo el aparato propagandístico del que se rodeó, terminarían por convencerle del papel histórico que le tenía designada la providencia. Sólo la República, con su resistencia en todos los frentes, se oponía a sus deseos. El resto ya es Historia.








P.D.1: Sirva esta entrada como homenaje a la labor del hispanista Paul Preston, cuya obra Franco "Caudillo de España" (1993), ha servido de fuente de investigación para este trabajo.
P.D.2: Podéis entrar aquí y realizar este breve cuestionario como repaso de algunos aspectos fundamentales de la guerra civil.

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