sábado, 12 de marzo de 2011

VOCES DE LA HISTORIA

Hola a todos

Si hay algún acontecimiento de nuestra historia más reciente que sea recordado continuamente, y siempre con una gran carga polémica, es nuestra Guerra Civil (1936-39). La contienda, que dividió a España en dos durante tres largos años y cuyas consecuencias, aún hoy día, siguen estando palpables en muchas conciencias de nuestra sociedad, ha sido estudiada hasta la saciedad tanto por autores españoles como extranjeros, y siempre, según mi opinión, con una marcada influencia de la ideología política del autor. Las víctimas, tanto las pasadas como las presentes, de uno u otro bando, son las que importan, y esas ya no están aquí para contarnos su verdad.


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No es intención de este artículo resumir la Guerra Civil, ni hablar de sus motivos o consecuencias. No. Voy a referirme a Belchite, una pequeña localidad aragonesa próxima a Zaragoza donde, durante apenas una quincena de calurosos días del verano de 1937, las tropas nacionales y republicanas tuvieron un feroz choque. El ejército republicano se lanzó a la ofensiva en este sector con un objetivo doble:

  • Lanzar una ofensiva de distracción: tras la caída del País Vasco en junio, las fuerzas franquistas estaban a punto de lanzar su último esfuerzo por cerrar el Frente Norte ocupando Asturias y Cantabria.
  • Eliminar la influencia anarquista en la zona: en efecto, desde septiembre de 1936 son los anarquistas quienes controlan efectivamente el territorio aragonés tras la creación del llamado Consejo Regional de Defensa de Aragón, dirigido por Joaquín Ascaso. Este gobierno libertario estaba proporcionando numerosos problemas no solo al Gobierno republicano sino también al catalán. Tras los sucesos de mayo en Barcelona, cuando la influencia anarquista fue eliminada de la ciudad, los comunistas presionaron para que el anarquismo fuera eliminado como fuerza de peso dentro de la República. Así, se decidió aprovechar esta ofensiva para aumentar el número de efectivos republicanos en la zona y eliminar las comunas anarquistas del territorio aragonés.

Ruinas de Bechite
Por su parte, el ejército “nacional” vuelve a aceptar el envite que le hace la República con la consigna de no ceder ni un ápice de territorio a los “rojos”, aunque esta vez sin distraer recursos humanos o materiales, tal como había ocurrido en julio cuando el ejército republicano se lanzó sobre la localidad madrileña de Brunete, una cruenta batalla que solo supuso nueva “sangría” de efectivos sin resultados significativos para ambos bandos.

Sería farragoso detenerse en los aspectos técnicos de la batalla de Belchite, las fuerzas enfrentadas, las tácticas,… Solo decir que, como ocurrió durante toda la contienda, los soldados de ambos bandos, aquellos que compartían una misma tierra, una misma tradición, un mismo pasado, pero una ideología distinta que les separaba sin solución, volvieron a luchar hasta la muerte con valentía y espíritu de sacrificio sin igual.


Es de este dolor, del miedo, del sufrimiento, de la valentía, de lo que vamos a hablar. De todo eso que sintieron los combatientes de ambos bandos, porque todo eso es común a cualquier persona sea cual sea su ideología, raza o religión, porque es consustancial al ser humano, porque es lo natural en esas circunstancias, porque es lo que te puede hacer sobrevivir en una guerra…, o hacerte morir como un héroe (aunque no sé muy bien qué significa eso de “morir como un héroe”; simplemente se muere, y punto. El recuerdo de tus seres queridos es quien te convierte en héroe o quien te manda al ostracismo de los olvidados, que es quizás ir un paso más allá de la simple muerte).

Ruinas de Belchite
Para algunos, todos esos sentimientos se quedaron grabados en las piedras del viejo pueblo de Belchite, ese viejo lugar que el vencedor, Franco, prefirió dejar abandonado y en ruinas para que quedara como recuerdo del conflicto, de los soldados que murieron allí (de su ejército, evidentemente), y de la “barbarie” de los perdedores (el pueblo nuevo de Belchite se construyó a escasos kilómetros del antiguo y fue inaugurado en 1954 por el propio Franco). Cuentan muchos que han pernoctado entre sus ruinas (no me preguntéis por qué) que en el silencio de la noche se pueden escuchar lamentos, ruidos de cañonazos, advertencias, gritos, scombates,… Sonidos imperceptibles que investigadores provistos de grabadoras y tecnología adecuada han conseguido recoger en edificios emblemáticos de la localidad como el Ayuntamiento o la torre de la iglesia, y que han convertido al Pueblo Viejo de Belchite en lugar de peregrinación de curiosos y aficionados a la psicología y, por qué no, a las “emociones fuertes”.


Ruinas de Belchite
Creo que esto es pura anécdota. La mente humana es muy compleja y la sugestión hace mucho. Las psicofonías están ahí, eso es indudable. Yo, desde luego, no tengo intención alguna de comprobar su veracidad, pero quería aprovechar esta “leyenda urbana” para recordar un episodio algo más desconocido que otros de nuestra Guerra Civil, y sobre todo para que no dejemos de recordar que no hace mucho, en este país en el que vivimos, nos enfrentamos entre sí porque no supimos encontrar una fórmula de convivencia adecuada para todos, porque no supimos dialogar, porque no supimos escuchar, porque no supimos respetarnos, porque, al fin y al cabo, no supimos ni quisimos vivir en democracia, en paz y libertad. Inculquemos estos valores a nuestros alumnos: quizás no aprendan Historia, pero al menos aprenderán a ser personas, que a la postre debe de ser nuestro objetivo como educadores.

2 comentarios:

  1. critica constructiva: a mi y al soto ponnos un 10!! jajjajjajajaja

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  2. a mi como minimo ponme tambien un 10

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Muchas gracias por tu aportación