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El asesinato del general Prim a finales de diciembre de 1870 marca, con total seguridad, la evolución futura de España. Desde luego, el fracaso de la monarquía de Amadeo I, cuyo máximo valedor había sido el propio Prim, no se puede explicar sin su muerte, y evidentemente todo lo que vino a continuación (República, Restauración) podría no haber sucedido nunca si en esa gélida noche del 27 de diciembre unos pistoleros a sueldo no hubieran disparado contra la carroza del general, muriendo tres días después, supuestamente, por las heridas provocadas por los disparos.
La muerte de Prim es el primero de una serie de magnicidios que van a marcar el futuro político de España en adelante. Cánovas, Canalejas, Dato y Carrero Blanco morirán en distintos atentados entre 1897 y 1973. Los tres primeros cometidos por anarquistas, y el último por la ETA. Muchos historiadores e investigadores han especulado sobre quiénes estuvieron detrás realmente de la muerte de estos personajes, entrando ya en el terreno de la especulación y las teorías de la conspiración. Otros más podrían haber muerto, puesto que los intentos, fracasados, de asesinato, por ejemplo de Alfonso XIII, también tuvieron lugar, lo que también podría haber provocado un cambio significativo de la historia de España.
Entre los años 2013 y 2014 se exhumó la momia de Prim aprovechando unos trabajos de restauración en el panteón donde descansan sus restos en Reus (Tarragona). Se pidió permiso para realizar un estudio forense del cadáver con las modernas técnicas forenses del momento, de cuyos resultados surgió una nueva polémica entre aquellos, como el criminólogo Francisco Pérez Abellán, que defendieron que Prim mostraba claros signos de haber sido estrangulado con una cuerda, por lo que no murió debido a las heridas provocadas por el atentado, mientras que otros defendieron que las causas de su muerte fueron las confirmadas en su momento tras la primera autopsia realizada al poco de morir. Leed vosotros las fuentes y decidid.
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